Cuando hoy abrí Twitter a las cuatro de la tarde, me encontré con que estaba colapsado. En una viñeta a pantalla completa, una ballena con cara de haber sufrido un patatús se encontraba suspendida… en el aire. Y como andaba lejos del mar y no sabía moverse por esos lares, un grupo de pajaritos tuiteros la había metido en una red y estaba remolcándola lentamente. “Twitter está sobrecargado”, decía la plataforma en una leyenda a pie de página. “Por favor espera un momento e inténtalo de nuevo”.
Llevábamos desde la hora del desayuno hastiados con las reacciones de unos y otros ante la supuesta implicación del presidente del Gobierno en la también supuesta trama de financiación ilegal de su partido. Y estábamos todos tan saturados y tan cabreados, que nos habíamos lanzado en masa a la Red para contarle al mundo hasta dónde llegaba nuestra indignación.
“Hoy deberían manifestarse en Génova los militantes y votantes del PP”, decía el humorista Dani Mateo en el primer tuit que conseguí leer poco después. “Ellos son los más estafados. Merecen una explicación”, añadía. Inmediatamente, retuiteé el comentario, para descubrir que 1.305 personas lo habían retuiteado antes, ¡y sólo habían pasado 15 minutos desde que lo escribió!
Suerte que no soy votante del PP, porque no creo que hubiera podido soportar mayor grado de impotencia del que ya siento. Que presuntamente Mariano Rajoy haya recibido 25.200 euros anuales durante 11 años sin haberlos declarado a Hacienda, y que, como él, todos los secretarios generales y vicesecretarios que han pasado por el PP durante los últimos 22 años se hayan beneficiado de la entrega de sobres en B por parte de los ex tesoreros del partido, eleva los niveles generales de irritación a límites estratosféricos.
Me siento como la ballena del patatús, navegando en un mundo que no es el mío. Engañada porque creo firmemente en la necesidad de predicar con el ejemplo, aturdida porque yo cumplo las normas y hago lo correcto como el 90% de los españoles, y resentida porque llevo siete meses en paro y estoy hasta el último pelo de la cabeza de que me digan que aún tengo que hacer más esfuerzos.
No me sirve la teoría de la conspiración que esgrimía hoy Cospedal en su rueda de prensa. Si Pío García Escudero ha dado validez al menos a un detalle de los papeles, será porque el resto también es cierto. Y si las anotaciones se hacían en cuadernos manuscritos, será porque se trata de dinero negro. ¿O acaso hay una mano en la sombra, como sugiere implícitamente la secretaria general del PP, que ha escrito ex profeso la supuesta contabilidad secreta para desestabilizar al Gobierno de los recortes?
Es necesario que el presidente se explique públicamente ya. Que el juez practique pruebas caligráficas para determinar la veracidad de los papeles y para aclarar si la letra es de Bárcenas. Y, sobre todo, que la justicia confronte cuanto antes esas anotaciones con las declaraciones de la renta de los implicados.
Si la investigación demuestra lo que parece evidente, Rajoy deberá dimitir y convocar elecciones. Puede que sea una buena oportunidad para regenerar el sistema actual, agotado, injusto y lamentablemente tan poco democrático.