Educar en desigualdad

El 25% de los escolares españoles acuden a colegios privados subvencionados, y de ellos la inmensa mayoría son escuelas concertadas católicas. Así pues, no parece casual que la futura Ley Orgánica de Mejora de la Calidad de la Educación (Lomce) apueste sin tapujos por garantizar la educación subvencionada allá donde tenga demanda, viniendo de la mano de un Gobierno como el de Rajoy, de corte neoliberal y cristianodemócrata.

La medida forma parte, según el Ejecutivo, de un paquete de reformas que se proponen mejorar sustancialmente la calidad de nuestra enseñanza. Argumentan que, según la Unesco, España es el tercer país de la UE en abandono escolar (un 26,3% de los jóvenes entre 18 y 24 años deja sus estudios sin conseguir el título de Bachillerato o FP).

Lo que nos preguntamos los ciudadanos laicos, ésos (la mayoría) que no nos sentimos atraídos por los cantos de sirena de la enseñanza concertada, es cómo va a conseguir la nueva ley que los adolescentes españoles mejoren su rendimiento y terminen su formación.

Empresas privadas

El Ministerio de Educación comienza por pretender que se atiendan las peticiones clásicas de la escuela concertada. En primer lugar, que se valore ‘la demanda social’ cuando se programe la oferta de plazas en la etapa obligatoria. Es decir, que se tenga en cuenta el número de solicitudes de cada colegio a la hora de aumentar o disminuir el número de plazas o a la hora de crear centros nuevos.

En esta línea, donde la ley actual dice que “las administraciones educativas garantizarán la existencia de plazas públicas suficientes, especialmente en las zonas de nueva población”, el texto de la reforma habla sólo de “plazas suficientes”. Asimismo, se abre la puerta a la renovación automática de los conciertos y se elimina el representante del Ayuntamiento en el consejo escolar de estos centros.

“Esta reforma apuesta claramente por la empresa privada”, se queja en ‘El País’ José Luis Pazos, de la federación mayoritaria de asociaciones de padres Ceapa. «La concertada debe ser la red subsidiaria de la pública, porque ésta es la única que puede garantizar la cohesión social y la igualdad de oportunidades”, añade. Y lo es, según el Colectivo Lorenzo Luzuriaga, porque “no separa por convicciones religiosas o por cualesquiera otras”.

La liebre y la tortuga

Sin embargo, el futuro dibujado por Educación pasa también por aplicar en las escuelas la teoría de la competición entre ellas. Esta teoría tiene varios ingredientes imprescindibles: la elección de centro por parte de los padres, acompañada de información sobre los resultados de los centros, incentivos según esos resultados y margen para que los colegios se puedan diferenciar entre sí para competir en ese mercado.

“Los colegios van a ser evaluados años a año”, decía hace dos semanas en el Senado la secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, “y el apoyo [económico] que se les dé va a depender de los resultados que se obtengan”. “Si pones a competir a una liebre, a una tortuga y a un atleta, la liebre llegará primero”, le contestaba poco después en ‘El País’ el catedrático de la Universidad de Valencia José Gimeno. “La competición en el mercado requiere asumir las desigualdades, pero lo que tiene que hacer la educación es corregir las desigualdades”.

Entretanto, y según los presupuestos de 2013, ya no hay dinero para las clases de refuerzo de los alumnos más rezagados de Primaria y Secundaria. Los PROA (Programas de Refuerzo, Orientación y Apoyo) costaban 60 millones de euros, pero era una inversión crucial para atajar la desigualdad. Algunas comunidades, incluso, no han esperado al año que viene y ya han suprimido sin previo aviso las clases de recuperación. Se trata de Aragón, Madrid y Castilla-La Mancha. También se ha suprimido la partida de 40 millones dedicada a combatir el abandono escolar.

Con estos mimbres (menos dinero para la escuela pública, e imposición de criterios de competitividad para conseguir recursos), las consecuencias sólo se verán con el tiempo. En países como EE.UU, Reino Unido y Chile, el sistema de la competitividad ha funcionado, pero con matices. Un informe del Programa de Promoción de la Reforma Educativa en Chile decía en 2010: “Luego de casi dos décadas implementando esta estrategia, los resultados han mejorado poco. Y sin embargo se puede generar desmotivación en los centros educativos que aparecen sistemáticamente en posiciones inferiores en los rankings”.